La familia Borden era rica, de ahí que el caso Lizzie haya sido tan famoso. Ella y su hermana mayor Emma, podrían heredar una fortuna de su padre. Aunque la hija de un hombre rico en esos tiempos tenía menos chance que una heredera de estos tiempos, Lizzie estaba enfrascada en la preocupación de que su padre dejaría su fortuna a su vil hijo John, al creer que las féminas no podrían manejar el poder que supondría tener una fortuna.
Andrew (el padre de Lizzie), era avaro, y precisamente los Borden eran infames por no actualizarse a la iluminación eléctrica. Por si eso se te queda corto, Andrew también era un violador homofóbico y sexista, lo que era un gran problema para Lizzie, quien se enamoró de su ama de llaves Bridget (Kristen Stewart), una irlandesa inmigrante que hace su aparición en la película con un look de chica totalmente indefensa. En contraste, Chloë Sevigny hace su aparición en la película caminando hacia el patio trasero para coger una pera. Más tarde, se la podrá mirar tomando un hacha, ahí Sevigny se desnuda para no ensuciar su ropa, muy consciente de lo que iba a hacer, así que se quita el corsé... luego se la verá en escena como toda una salvaje bañada en sangre.
Bien, narraré en presente, es un poco más emocionante: ambas chicas se sienten atrapadas en la silenciosa y asfixiante casa de tres pisos. Por las noches Andrew entra sigilosamente en la habitación de Bridget, donde la cámara se enfocará en su indefensa cara. Luego Andrew regresa a su dormitorio, el que comparte con su esposa (la madrastra de Lizzie); la cámara vuelve a enfocarse en la cara de la otra resignada fémina: el director hace incapié en que las mujeres de esta historia son infelices, y todas se sienten como torturadas en esta casa de tres pisos, demasiado silenciosa y asfixiante. Macneill usa grandiosos vaivenes de desquiciada música: maníacos sonidos de violines y pianadas que luego se pierden en la noche, así, Macneill nos lleva de una tensa escena a la otra. Aparte de esto, el profundo silencio de la casa se esfuma con el ruido de crujidos y pesados sonidos de pasos que parecen hacer cobrar vida a las paredes. Todo esto encaja perfectamente con la cinematografía de Noah Greenberg, que es fantástica: hace ver a sus actrices como encerradas en la casa, usando su cámara para capturarlas detrás de verjas y ventanas, como si fueran prisioneras. Y así, cuando Lizzie y Bridget comparten su primer beso en el establo, se puede apreciar sus caras bañadas con la luz del sol, para luego mirarlas alejarse de la cámara, como para recordarnos que esa libertad y alegría son efímeras.
Desde que comienza el juicio a Lizzie, todo parece resumirse a una guerra entre dos géneros, pero se entiende que es así debido a que existe el instinto de supervivencia. Por ejemplo: cuando un detective pregunta a Lizzie si su padre tenía enemigos, ella le responde: "Esto es Estados Unidos, señor. Todos los hombres con pulso tienen enemigos." No todos los hombres en la edad dorada de los Estados Unidos eran abusivos, pero, esta película parece pedir al público mirarlo desde esa perspectiva.
